Duración: 24m 15s
Tras destrozar con su garrote algo que no debía, la pequeña Minima, nuestra cíclope enana, empieza a pensar que no pinta nada en la Academia. Al mismo tiempo, Cadius, que vuelve en barco a Roma, es atacado por unos cíclopes piratas de tres metros de altura, liderados por un capitán de menor estatura y extraño aspecto que es el único que habla el lenguaje de los humanos. Para salvar el pellejo, Cadius les cuenta que unos guerreros despiadados han esclavizado a un cíclope enano en Cornucopia y que, si le perdonan la vida, les guiará hasta él. Esto causa un gran revuelo, porque, según la leyenda, un cíclope enano es un ser muy especial destinado a guiar al pueblo de cíclopes gigantes. En Cornucopia, mientras atacan a nuestros gladiadores, garrote en ristre, los cíclopes furiosos divisan a Minima, dejan de luchar y empiezan a hacer reverencias a su nueva gobernante. Al sentirse importante de repente, Minima no puede resistir la tentación de dar órdenes y tomar decisiones absurdas para su pueblo. Esto conduce a un caos divertido, ya que los cíclopes, que desconocen las modernidades de la urbe, piensan que los carros son monstruos y los destrozan con sus garrotes, se comen toda la comida del supermercado y llenan el estadio de agua para hacer una piscina. Todos menos el Capitán, que, en lugar de destrozar la ciudad, muestra un sospechoso interés en los tesoros y los asuntos de estado de Cornucopia. Nuestros gladiadores descubren que, en realidad, el Capitán no es un cíclope sino un ser humano normal que ha estado engañando a los cíclopes demasiado tiempo. De hecho, planea encarcelar a Minima y quedarse en Cornucopia como nuevo Emperador. Por suerte, el falso cíclope es desenmascarado y su pueblo decide regresar a las montañas de donde proceden y dedicarse, como siempre, al pastoreo. Le preguntan a Minima si quiere ir con ellos. Pero, tras descubrir aliviada que no es tan rara, se da cuenta de que ha encontrado su sitio entre los humanos.
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